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Wiggins, un campeón diferente

23 octubre, 2015
Wiggins Tour of Yorkshire (brassynn, Flickr)

Bradley Wiggins participó en la primera edición del Tour de Yorkshire, una carrera de la que tiene una parte de responsabilidad por su impulso al ciclismo británico (brassynn/Flickr)

Artículo publicado en Biciciclismo.com el 15/IV/2015

No hay ninguna vara de medir previa en el ciclismo que sirva para analizar la carrera de Bradley Wiggins, un altísimo y delgado británico que el pasado domingo cerró con un 18º puesto y una dignísima actuación en la París-Roubaix sus cinco años y medio en el Team Sky, el equipo que le ha visto ganar un Tour de Francia, el de 2012. Fue con él con quien la estructura que dirige David Brailsford cumplió su objetivo de nacimiento: “Ganar en cinco años el Tour con un ciclista británico y limpio”.

Podrían haber fichado a Steven Gerrard por lo que acabaron pagando por mí”, bromeaba recientemente Wiggins en una entrevista a The Telegraph. Era el año 2009 y, ante el asombro de todo el mundo, el londinense había acabado cuarto en la clasificación general del Tour de Francia. Era cantado que Sky debía hacerse con sus servicios, pero a Wiggins le quedaba un año más de contrato con Garmin. Finalmente, tras una intensa batalla legal y económica poco habitual en el mundo del ciclismo, el ahora Sir vistió de negro desde 2010.

Demasiado bueno para ser británico

Para Wiggins era un retorno por la puerta grande al entorno y la estructura del ciclismo británico, que le había visto crecer y que también había crecido con él durante su más que exitoso periplo olímpico en pista. Empezando por Brailsford, con quien se conocía desde que fuera campeón del mundo júnior de persecución. Era entonces cuando la estructura de British Cycling empezó a crecer con la llegada de la inversión de la lotería nacional, aunque no fue inmediato ni fácil. Un Wiggins joven y hambriento, que ya se sabía capaz de grandes cosas, se desesperó tras más de un sonado fracaso de la cuarteta de persecución por equipos. “En 2002 dije que quería ser campeón olímpico en dos años, pero que lo mismo debería correr con Bélgica porque aquí no sería posible. Fui a un mundial con la equipación de FDJ [su equipo profesional de ruta por entonces]. Casi me sentía demasiado bueno para el equipo británico”, recuerda Wiggins en la misma entrevista.

Su referencia a Bélgica no es aleatoria, y es que Wiggins nació en Gante, donde residía su padre Gary, un ciclista en pista australiano, habitual de las pruebas de Seis Días, que abandonó a su mujer y al pequeño Bradley cuando éste tenía dos años. A partir de ahí regresaron a Londres, donde Wiggins creció básicamente cuidado por sus abuelos maternos en el barrio de Kilburn. Gary, un reconocido alcohólico, tuvo algún encuentro posterior con su hijo, de quien se sabía que seguía con admiración su carrera deportiva, hasta su muerte el año 2008. Todavía hay procesos abiertos para declarar si su muerte fue causada por un coma etílico o si fue víctima de una paliza.

El alcohol, según el propio Wiggins, también ha jugado un papel en su trayectoria. Especialmente tras los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, donde finalmente ganó el oro en persecución individual y la plata en persecución por equipos. Por entonces, compaginaba la pista con su calendario en equipos profesionales franceses (corrió por la Française des Jeux, Crédit Agricole y Cofidis). Me descontroló un poco el estilo de vida. Había una cultura de la bebida importante en el ciclismo por aquel entonces. En la Française des Jeux, los australianos, David Millar y todos los demás”, continuaba cuando echaba vista atrás.

En Pekín 2008 llegó el techo olímpico: volvió a ganar la persecución individual y junto a Geraint Thomas, Ed Clancy y Paul Manning se llevaron también el oro en la persecución por equipos, con récord del mundo incluido. Entre tanto, dejó algunos destellos interesantes en carretera: su cabalgata para llevarse en solitario la etapa reina del Tour del Porvenir de 2005 o su 2007, cuando empezaron las victorias (cronos en Dunkerque y Dauphiné) y se escapó en solitario durante 190 km en la sexta etapa del Tour.

“Los chicos de Kilburn no ganan el Tour”

Los inicios en Sky tampoco fueron para nada un camino fácil, especialmente teniendo en cuenta las expectativas que había sobre él. El 2010 fue claramente un fracaso: empezó bien el año, lució la maglia rosa en el Giro de Italia tras vencer la crono inicial en Amsterdam, pero naufragó en el Tour (23º). Un primer intento que sirvió para retener todos sus datos y así perfeccionar su preparación para años venideros, según su preparador, Tim Kerrison, un entrenador procedente de la natación y que trajo consigo una forma nueva de ver las temporadas en el ciclismo. Ya no se trataba de hacer crecer la forma paulatinamente desde inicio de año hasta el Tour, sino de “estar cerca del 95-97% todo el año, sin parar de trabajar“, según el mismo Wiggins. Las largas concentraciones en altura en el Teide se convirtieron en habituales en su rutina.

En 2011 las cosas mejoraron. Llegó su primera gran victoria como vueltómano, el Dauphiné, pero en el Tour, vestido con el maillot de campeón británico de ruta –nueva decepción– tuvo que abandonar por caída al final de la primera semana. Y me atrevo a decirlo: en 2011, Bradley Wiggins habría ganado el Tour de Francia”, decía otro entrenador clave en su carrera, Shane Sutton, en el documental A Year in Yellow. Por lo menos, su estado de gracia tras su recuperación le sirvió para subir por primera vez al podio de una gran vuelta (3º en la Vuelta a España) y enlazar con la moral alta la que sería su temporada gloriosa: 2012.

A mucha gente no les entra en la cabeza que se pueda empalmar de esta forma París-Niza, Romandía y Dauphiné hoy en día, y más si lo hace un tío delgado de Kilburn que vive en Lancashire y que antes hacía pista”, decía Wiggins aquel año en otro reportaje de The Telegraph. Era el favorito para el Tour tras ser el primer ciclista en la historia en ganar estas tres prestigiosas carreras por etapas el mismo año, y con ello aparecían la presión, las dudas y las acusaciones. Finalmente, como es sabido, ganó de forma dominante aquel Tour de Francia, marcado por las polémicas y por su duelo interno con Chris Froome. «Miro atrás y me pregunto cómo pude ganar el Tour, sobreviviendo a esa presión del día a día”, dijo en una rueda de prensa previa a la París-Roubaix de este año.

Una semana después, entraría en la leyenda llevándose el oro en la crono de los Juegos Olímpicos de Londres (donde fue quien tocó la campana en la ceremonia inaugural: una muestra de su dimensión mediática en aquel entonces). Fueron meses de muchos reconocimientos, como ser nombrado Sir, y en general una presión que Wiggins no llevó bien. En perspectiva, asegura el británico, tiene «dos grandes recuerdos de aquel Tour, que son ganar la crono de Chartres y estar lanzando a Cavendish en los Campos Elíseos. Y luego lo que vino después: odiar ser el vencedor del Tour, odiar el ciclismo, odiar que todos los periodistas me preguntaran por Lance Armstrong… y luego aquel Giro, lo miserable que me sentí«, relataba.

La enésima reconversión

En efecto, el abandono, derrotado por el frío, los descensos y la desmotivación, en el Giro de Italia de 2013 supuso un batacazo importante para la moral de Wiggins. Que, posteriormente, Brailsford no quisiera seleccionarle para el Tour de Francia para no suponer ningún problema para Froome, fue la gota que colmó el vaso para un hombre apasionado de la historia del deporte que cambió radicalmente sus objetivos.

Tras reencontrarse con buenas sensaciones ganando el Tour of Britain a final de año, Wiggins trazó su camino para la temporada 2014: el Tour de California y la París-Roubaix. En Estados Unidos, donde el equipo Sky tiene importantes comerciales, se llevó la general, y en Roubaix fue noveno en una actuación que fue sorpresa para muchos. Para Wiggins, un enamorado de las clásicas, no tanto.

En realidad no es tan diferente a lo que pasaba 20 o 30 años atrás… en el Tour de Flandes de 1986 LeMond estaba en el grupo de cabeza, junto a Sean Kelly y todos estos, no hay que olvidarlo. No soy para nada el primero en hacerlo, ha sido más un cambio de la era moderna de que Contador y compañía no lo hacían [competir en las clásicas de pavés, NdR]”, explicaba antes del Tour de Flandes a Cyclingpro.net. Eso sí, “demuestra la versatilidad que tengo en diversas disciplinas, el tipo de corredor que soy… hay gente que aún no me considera un vencedor digno del Tour, siguen diciendo que no subo bien. Aunque, la verdad, no me importa demasiado”, seguía.

Y ahora, tras haber probado lo que él mismo ha definido como un hobby, el vigente campeón del mundo de contrarreloj se lanza a nuevos retos lejos del fondo en carretera, del que se marcha “sin resentimientos. “Al final, he ganado un Tour, ¿verdad?”, decía tras terminar Roubaix. En el horizonte inmediato está el asalto al récord a la hora, y en el medio están los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, donde volverá definitivamente a la pista tras hacer ya unos pinitos de vuelta en la cuarteta de persecución de la selección de Inglaterra los Juegos de la Commonwealth de 2014.

Ahora tiene 34 años (cumplirá 35 el próximo 28 de abril) y un equipo continental a su nombre, con una plantilla compuesta por jóvenes promesas británicas y pistards que le acompañan en la persecución, con el que disputará el Tour de Yorkshire, ya con las vistas totalmente centradas en la pista tras dejar en la carretera el sello de ser el ganador de Tour de Francia más singular de la historia.

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