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Una tarde con Miquel Poblet

9 octubre, 2015

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El 25 de mayo de 2012, el Giro de Italia está a tres días de acabarse. Miquel Poblet, como cada día, aprovechando lo que él llama su “conexión con Italia” (gracias a una antena le llega la RAI en perfecta señal a su televisión), se encuentra en el salón de su casa en Montcada i Reixac, población natal que nunca ha abandonado, mirando la primera de las tres etapas finales decisivas: 195 km hasta Alpe di Pampeago, previo paso por cuatro puertos, dos de ellos de primera categoría (Passo Manghen y un primer paso por Pampeago).

Joaquim Rodríguez viste de rosa y defiende su histórico liderato. El Purito, pues, está desafiando de facto la condición de mejor ciclista catalán de la historia a Poblet, que a sus 84 años mantiene intacta su lucidez para analizar la carrera y compararla con su tiempo, ya lejano. Junto a Isaac Vilalta, periodista de Catalunya Ràdio, compartimos esa tarde en una agradable conversación, transcrita aquí íntegramente en memoria de este deportista único tras su fallecimiento.

En la primera parte, durante la carrera, aquella escapada de Roman Kreuziger para resarcirse de su hundimiento días antes y esa subida final en la que Ryder Hesjedal empezó a recuperar unos segundos respecto al líder que resultarían clave para su victoria, hablamos justamente de carreras paralelas y también de diferencias, muchas diferencias, y preguntas, muchas preguntas, como si, por ejemplo, existen todavía escaladores.

  • ¿Usted y Purito se conocen?

Sí, es de aquí Parets. Alguna vez ha venido a arreglar la bicicleta aquí a mi sobrino [es ahora quien regenta su histórica tienda de bicicletas]. Corrió por el Club Ciclista Montcada, así que le conocemos. Este chico ha hecho un boom muy fuerte cuando ha sido profesional…

  • Sobre todo estos últimos años…

Sí, sí, sí… Me he quedado parado con lo bien que habla el italiano. No sé por qué motivo lo hablará tan bien, si lo ha estudiado o ha estado mucho en Italia, porque en las entrevistas que le hacen… creo que lo habla muy bien.

  • No sé si está sorprendido de verle aquí, cerca de ganar el Giro. Hace un par de años nos hubiera extrañado.

Bueno, yo recuerdo que cuando corría por aquí era un buen amateur, ya despuntaba. Una de sus primeras victorias cuando fue profesional, creo que la primera, fue la Escalada a Montjuïc, no sé si debe hacer tres o cuatro años…

  • Más…

Sí, seguramente más. Y a partir de ahí ha ido subiendo y subiendo… y míralo. Ahora ya, acabe como acabe, primero, segundo o tercero, no deja de ser ni más ni menos. Hacer de los tres primeros en una carreras así como el Giro… por fuerza tienes que ser bueno. Me refiero a que uno lo mismo se encuentra mejor un día y saca un minuto o dos, y este puede conservar esa ventaja y ganar por un día que tuvo muy bueno. Después, aquí está demostrando ser un gran escalador, pero no a la altura de los Bahamontes, Julio Jiménez o Charly Gaul, de esos escaladores puros que hacían distancias largas. Atacaban desde abajo y cogían tres, cuatro, cinco minutos… Ahora cogen segundos. No sé, o todos son muy buenos o no despuntan como despuntaban los de antes.

  • Yo creo que están muy igualados.

Sí, también lo creo. Pero es que cambia el sistema de correr. Ya ves, aquí se ponen a tirar un par de equipos, que dejan escapar a un grupo, que cojan cuatro, cinco, seis minutos, y cuando faltan veinte o treinta kilómetros aceleran y se ponen a 50 por hora. Con esto del pinganillo, hoy en día es muy fácil que el director diga “hay un par peligrosos ahí, tenemos que irles a buscar”, y les cojan.

  • Ya veo que no le gusta mucho a usted esto del pinganillo. Seguramente no usó nada parecido.

No, claro, no lo conocía. Te diré una cosa: entonces, cuando iba al extranjero, llamaba por teléfono a mi mujer y había dos horas de demora para poder hablar… ¡y ahora los ciclistas pueden hablar enseguida, tu! (ríe) Quiero decir que es una gran facilidad para el director, que tiene toda la información de la carrera al segundo y en dos minutos lo solucionan todo. Ahora llama “tú, tú y tú, adelante”, y antes con el coche tenía que ir a buscar a uno enmedio del pelotón, a otro que se había quedado… para unir a todo el equipo y poder dar una explicación lo mismo tardaba diez minutos, y con esto ahora es un teléfono, vamos, como si tuvieran un teléfono.

  • A esto estábamos acostumbrados en el Tour, pero el Giro solía ser la excepción, más caótico…

Sí, pero mira, se han acostumbrado todos: corredores, directores… A mí, con todos mis respetos porque no quiero desmerecerles, que me quedo parado con lo rápido que suben, mucho más rápido de lo que subíamos nosotros, pero suben a tren. A un tren de 30 por hora quizá, y si la subida tiene 10 kilómetros están los 10 kilómetros a 30 por hora, pero antes nosotros íbamos a tirones: atacaba uno, atacaba el otro, el otro lo cogía, otro se quedaba… No sé, había un ambiente más de pelearse. Ahora es algo que mira, van rodando, y a los escapados –que es lo que sucederá ahora seguramente– cerca de la meta les van a coger, y sólo cogerán… Es que tampoco es normal que en una etapa así de cinco subidas haya delante un pelotón de veinte hombres. Y dices, no sé si es que no hay escaladores o… no lo entiendo.

  • Está todo muy controlado.

…o tienen miedo, claro.

  • Hablaba de las subidas de antes, de ataques. Y es que le conocemos por los sprints pero subía bien, y atacaba.

Bueno, mira, da la casualidad… (se levanta) da la casualidad que me han mandado desde Sant Hipòlit de Voltregà un foto de cuando gané el campeonato de España. (vuelve con una foto) Mira, es de 1949. Éste soy yo, el campeonato de España de montaña en Sant Hipòlit, en la “trona”…

  • Qué gentío hay, ¿eh?

Sí… Pues mira, hoy lo he recibido, de hace unos 50 años.

  • ¿Y no le llamaban ‘pesado’ los buenos de la época? “Poblet, si usted es sprinter, ¿por qué nos ataca en la montaña?”…

Sí les extrañaba que les atacase. Pero piensa que antes, todas las carreras amateurs que se hacían en España se hacían con subidas. Llámale el Ordal, Ullastrell, Montserrat… siempre había subidas, y debías subir por fuerza o si no, no llegabas nunca. Sin querer te hacías escalador. Bueno, ojo, escalador medianito, ¿eh? Pero cuando decían que tenía que ir al campeonato de España de montaña, me entrenaba un poco y tuve la suerte que tres años consecutivos pude ganar. El 47 en Sant Hipòlit, el 48 en Bilbao, y el 49 que es éste, que de hecho no tenía ninguna fotografía y me la acaban de mandar, también en Sant Hipòlit. Pero me dediqué al sprint, porque me gustaban más las clásicas… y bueno, aquí todavía no había hecho el Tour ni el Giro, pero me daba más satisfacción ésto que no ir esperando, esperando 22 días para saber si ganaba o no.

  • En Italia le querían mucho. Bueno, todavía le quieren.

Sí. El otro día me contaba mi sobrino, que se fue de excursión a Italia, y vio una fotografía mía en la pared de un restaurante. Allí tienen mucha afición, y bueno, al correr yo por una marca italiana y hablar italiano y todo eso, caí simpático, había gente que me apreciaba. Y bueno, mi sobrino contó que yo era su tío, y le dijeron “anda, ¡ese es tu tío!” y se ve que se lo pagaron todo, montaron la gran fiesta (ríe). Mi sobrino se quedó parado. “¡Me voy a vivir a Italia, que es un chollo!”, me dijo, “siempre que te conocen me pagan la comida”.

  • Seguramente en Italia fue donde le trataron mejor.

Bueno, a mí me trataron bien en todos los sitios. Al principio fui a Francia en 1953, con el equipo La Perle, que su capitán era Hugo Koblet, ese suizo que se mató en un accidente, y empezaba [Jacques] Anquetil, que acababa de pasar de amateur. Después corrí con Saint Raphaël, con Splendid, que es donde corrí mi primer Tour en el 55, que conseguí ser el primer líder español, y en esos tres años corrí bastante en pista también. Al correr en pista pierdes bastante de montaña, porque es bastante diferente. Y bueno, como no me gustaban las vueltas, porque en 22 días yo siempre tenía dos malos, que estaba cansado… tenía ganas de descansar, vamos, porque no es lo mismo correr a ver qué hacemos que tener un nombre y la responsabilidad de estar delante siempre. Y eso cansa. Pero al ser sprinter, bueno, pues un caballo de carreras no puede tirar de un carro, digamos. Hay especialidades dentro del ciclismo, y yo tiré por la velocidad, porque mi mánager me dijo que tenía más posibilidades en eso que en otro cosa, y prueba de ello fue que gané siete veces campeón de España de velocidad, en pista. Pero hacía de todo. No hay muchos corredores que puedan hacer de todo. Bahamontes, por ejemplo, se adaptó rápido a la pista, pero [Jesús] Loroño no sabía correr en pista, y otros que eso de ir sin frenos y con piñón fijo no lo veían claro.

  • Bien, ¿quiere que miremos la etapa?

¿Que están en el último kilómetro?

  • Sí, ya casi.

Ah sí, entonces sí.

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Rik Van Steenbergen con Poblet en el velódromo de Mataró (Esport Ciclista Mataró)

Retomamos la conversación para hacer un primer acercamiento a su extensa carrera deportiva, sensaciones generales que le llevan a la inevitable nostalgia de comparar lo que acaba de ver en la televisión con su memoria, su ciclismo. No hay ninguna pregunta que no lleve a Miquel a contar alguna de sus historias bajo el extenso paraguas del “todo ha cambiado mucho”, pero sus ganas de explicarse no se acaban. Como las ganas de ciclismo.

  • Escuche, ciclista de joven y veo que aquí en casa, la tele… ciclismo a todas horas.

Hombre, da la casualidad del Giro, y cuando hacen el Tour pues también [lo miro]. Y bueno, tienes que pensar que tengo 84 años, ¿dónde quieres que vaya? Antes sí iba a los Pirineos a ver etapas, pero ahora hacer 300 kilómetros de ir y 300 más de volver, y esperar allí dos o tres horas… no me veo ya. Ahora tengo la posibilidad de ver dos o tres horas de etapa, tranquilo, que si tengo sed bebo agua y si estoy cansado me siento. Allí vas a sufrir, pero la afición es la afición.

  • ¿Qué carrera recuerda que le gustara más: por público, por ambiente?

Indudablemente, cuando gané la Milán-San Remo me hizo mucha ilusión y te puedo decir que es una carrera extraordinaria. Igual que la París-Roubaix, que era muy importante y había mucho público. Y no digamos en el Tour y en el Giro. También en la Vuelta a España, pero es otra cosa. Y bueno, en la Volta a Catalunya, en mis tiempos había mucho ambiente, Montjuïc recuerdo que siempre estaba súper lleno. Ya has visto esta foto [el campeonato de España de montaña de 1949] que me parece que hay más gente aquí que en todo el pueblo.

  • Imagino que con tantos años de anécdotas debe tener cincuenta mil…

Sí, hombre, anécdotas siempre salen, pero ahora…

  • ¿Relación con los otros grandes ciclistas, con quién se llevaba mejor?

Con todos. Bueno, la relación digamos que es esporádica, porque no todos vivimos en el mismo sitio: uno vive en Suiza, el otro vive en Francia, el otro vive en Italia, el otro en Mallorca… Nos encontramos en el momento de la carrera, y allí digamos que no podemos contarnos chistes ni explicar dónde iremos a tomar una cervecita. Quiero decir: “¿hola, qué tal?”, “¿cuánto falta para eso o aquello?”, no es una relación íntima, pero de amistad, o por lo menos de conocernos. Con Van Steenbergen por ejemplo me llevaba muy bien. Luego… con Van Looy no es que me llevara mal con él ni él conmigo, pero era un hombre muy serio, no se le veía amable como Van Steenbergen. Charly Gaul era un hombre que un día te saludaba por la mañana y al día siguiente no te decía nada… Cada uno era como era, pero yo, por ejemplo, salía aquí para las carreras en viernes, llegaba el sábado, porque iba en tren, iba al hotel, y si daba la casualidad que te encontrabas con un corredor extranjero pues a lo mejor cenabas con él. Cuando vas con tu equipo o con el equipo de España, entonces sí lo vives intensamente con ellos. Pero no he tenido nada con nadie.

  • Haciendo memoria… aquella vez que pasó primero por el Tourmalet. Hablamos del Tourmalet como el gran puerto, el icono. No sé usted cómo lo vivió o si pensó que a día de hoy seguiríamos comentándolo.

Hombre, a mí hablar del Tourmalet me daba un respeto muy grande. Y a medida que iba subiendo tenía mis temores de no llegar arriba, ese “ya veremos…”, porque era la primera vez que lo subía. Pero bueno, fuimos subiendo… íbamos con Charly Gaul, Anquetil y Louison Bobet, lo que se ve en las fotografías. Y cuando faltó un kilómetro, mira, hice como Purito: ataqué y llegué solo. Y ya está, no sé… Pero claro, ya veníamos escapados del Aspin. No es como aquí, que llegan 30 corredores al sprint en una etapa de 190 kilómetros, digamos. Era diferente, se corría más individual y no había la labor de equipo que hay ahora. Las circunstancias, llámale pinganillo, llámale amistad, llámale la cuestión económica, las casas comerciales…

  • …las bicicletas también se han sofisticado mucho.

No, pero eso es igual, porque las bicicletas… Ahora te lo puedo enseñar, con la que yo corría, que hacía 12 kilos y una de nueva que ha salido ahora, que la tengo como comparación, hace 8 kilos y tiene 20 marchas. Y antes corríamos con 12 marchas… y 10. Pero si yo tenía una bici buena, todos la tenían. Si la hubiera tenido yo sólo, sí, pero todos teníamos la misma ventaja. Íbamos con lo mejor que había: Campagnolo, o lo que fuera.

  • Cuando Purito ganó aquí en el Giro, se convirtió en el segundo catalán en la historia en ganar etapas en las tres grandes. Eso solamente lo había hecho usted.

Bueno, ya digo que estas carreras de fondo, de 20 etapas no eran especialmente de mi gusto. Si las hacía eran por circunstancias de la casa comercial, que les interesaba, o la organización y el equipo que me decían “no lo dejes, que puedes ganar dos o tres etapas”. Lo que me pasaba es que, al correr por una casa italiana como la Ignis, les interesaba mucho la Milán-San Remo, así que en enero ya me empezaba a preparar. Para la Milán-San Remo debía llegar con 3.000 o 4.000 kilómetros, y era el mes de marzo. Y claro, marzo, abril, mayo, junio, julio… hasta entonces aguantar bien la forma era muy difícil. Y bueno, si me decían de hacer el Tour lo hacía, pero estaba cansadísimo. Y luego venía la Volta a Catalunya, y el trabajo que teníamos para poder correrla y acabar. Como yo empezaba tan temprano… Habían otras casas comerciales que decían “el Tour es lo principal”, y se preparan solamente para eso y ya, como hacía Indurain por decir, que iba a las carreras pero sin ese interés de ganarlas sino para preparase para el Tour. Antes no, yo recuerdo que un año que hicieron el equipo español para Francia y me avisaron quince días antes, que tenía que ir. Y digo “ala, ¿y ahora, el fondo, qué?”. Esos quince días tuve que darme una paliza de entrenos de fondo, 6 o 7 horas cada día, para poder correr.  Al final creo que lo hice más mal que bien, porque me cansé como un burro. Todo ha cambiado mucho, mucho… diría que Indurain fue el primero, uno de los primeros, o el primero para mí, que le contrataban a él y a ocho o diez más sólo para ayudar a Indurain. Se acabó. Eran gregarios y no podían ganar. Y desde aquella época la cosa ha ido incrementando, las casas comerciales han dicho: una figura, fulano, y como el Futbol Club Barcelona: “dadle pelotas a Messi que hará goles”. Todo ha cambiado mucho… tienes que pensar que en el Tour, la selección nos daba tres o cuatro jerseys para los 22 días, y venía mi mujer aquí a los Pirineos a lavarme la ropa. Después un día fui a ver el bus del Kelme: lavadora, sala de masajes, taller mecánico… un autobús que valía 40 millones de pesetas. Imagínate, de eso, hace 15 años, a eso… que me limpiaba la ropa mi mujer o lo mismo la limpiaba yo o mi masajista y la tendía en el balcón del hotel para que se me secara para la etapa de mañana.

  • Además, los días de lluvia esa ropa debía pesar…

¡Oh! ¿Y cuando te tiraban un cubo de agua? Escucha, el culotte se te caía. Porque se aguantaban con unos tirantes de esos de goma, y al estar mojados, la goma cedía… te llegaba el culotte por la rodilla. (ríe) En vez de hacerte un favor te iba mal, digamos. A [José] Pérez-Francés recuerdo que le tiraron un día el cubo y todo… ¡menos mal que no le dieron!

  • Usted ha corrido y ganado muchas carreras. Mirando atrás, ¿hay alguna cosa que piense que se le quedó…?

(corta) El campeonato del mundo. Es la única cosa que me quedó por ganar a la que le puse mucha ilusión para ganarlo, mucha preparación, pero se hacía una época en la que yo estaba muy cansado. Es lo que te he explicado: como corría en Italia, diría que preferían que ganase la Milán-San Remo que no el campeonato del mundo, que es en agosto. Era imposible estar en plena forma entonces y también en marzo, salvo de alguno como Merckx o gente primerísima, que luego además hacen una preparación entre carrera y carrera importante en que se relajan, bajan… para poder llegar descansado.

  • ¿Usted quiso ser siempre ciclista, no hubiera preferido jugar a basket?

Yo jugué a basket, y fui campeón de Catalunya con el Frente de Juventudes, sí que jugué a basket… por circunstancias, ¿eh? Se hizo un equipo, y como aquí en Montcada había pocas cosas a hacer: sólo corríamos a pie, íbamos en bicicleta y había el basket y el fútbol, pues hicieron el equipo y jugué. Lo que me gustaba mucho era el fútbol, pero a mi padre había sido ciclista, le hacía mucha ilusión que fuera ciclista. Así que él me insistió mucho, preparándome todo lo bien que supo y bueno, en casa se vivía para que yo fuera ciclista. Y tuve que ser ciclista. Digamos que de una forma o de otra, bueno o malo, tenía que ser ciclista. Y bueno, dije que venga, y al empezar y ver que ganaba carreras y me iba bien, pues ya me hizo ilusión.

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La parte final de la entrevista trata de profundizar en los detalles de su excepcional carrera: sus primeras aventuras en Suiza, la condición de sprinter en los años 50, la fama y el negocio. Poblet pone a prueba su memoria, que demuestra ser de elefante a pesar de su avanzada edad. Navega en sus recuerdos por nombres propios, ciudades y viajes que nunca se sabía si serían de vuelta para cerrar el retrato de una memorable aventura.

  • ¿Nunca se planteó ser director?

No, es que yo cuando me retiré fue porque me quedé con la representación de la casa Ignis aquí en España, vendiendo frigoríficos y cocinas. Estuve diez años inactivo del ciclismo. Cuando lo dejé, digamos cuando la Philips quiso comprar todas las acciones, entonces ya sí fui presidente de la Federación Catalana [de ciclismo] y también fui presidente de la Unió Deportiva Sants, que organizábamos la Volta a Catalunya.

  • Hoy los aficionados se dirigen fácilmente a sus ídolos por internet. ¿Tenía contacto usted con los aficionados, quizá correspondencia en casa?

Sí, míralas… (señala las cartas que están encima del escritorio)

  • ¿Y en su día, las tenía más frecuentemente?

Sí, bueno, también cuando corría. Pero ahora todavía estoy respondiendo cartas de Alemania, de Bélgica, de Italia, de Francia… Mira, ahora tengo que contactar con un periodista italiano. (se va a buscar la carta) ¿Ves? Giordano Cioli. Me dice en la carta que quiere una fotografía, que le hable un poco de Parrucci [ciclista no identificado. Por los datos expuestos podría referirse a Ferdinando Teruzzi, pistard con el que formó pareja en diversas pruebas de Seis Días y que ganó el oro olímpico en tandem en los Juegos de Londres 1948, o bien a Giuseppe Tonucci, miembro de la selección italiana de ruta en los Juegos de Roma 1960 y compañero de Poblet en la Ignis los años 1961 y 1962], uno con el que corrí, que fue olímpico, y que querría una foto de él y mía… la recibí anteayer. Hoy he recibida ésta. (muestra otra) De Bélgica recibo bastantes todavía, de aficionados, también de Francia… Y de Italia también, pero pocas, no tantas.

  • Antes dijo que en un momento le dijeron: “usted puede ser un buen sprinter”. ¿Eso en aquella época le llevó a una preparación más específica?

Eso es como todo: cuando nace un caballo de carreras ya se sabe que lo es. Y yo, mi musculatura, mi sistema nervioso, mi manera hacer, las pulsaciones, el corazón… Todo eso se prestaba más a ser un sprinter que no un hombre de gran fondo. Entonces… Yo hacía de todo. Y ganaba y perdía. Pero lo que me iba mejor era la velocidad, porque veía que cuando llegábamos diez, ganaba, y cuando llegábamos veinte también… Entonces, [Giovanni] Proietti, que era el entrenador del Baldini [Ercole Baldini, ganador del Giro de 1958], que también corría para la Ignis como yo, me dijo: “mira Poblet, nosotros tenemos a Baldini para el Giro, y tú que eres rápido queremos que allí ganes etapas”. Porque a la casa le interesaba que cada dos días, cada tres días, ganara una etapa para que les hiciera publicidad y tal, mientras a Baldini le guardaban para el final de carrera, como ahora puede hacer el Purito. Y que dijera el periódico: “Poblet ha ganado la etapa tal”, porque cada año ganaba tres o cuatro… piensa que gané 21 en seis años. Y al final que se pudiera decir: “Ercole Baldini gana el Giro para la Ignis”. Bueno, digamos que empezaba a dominar la cuestión comercial, te exigía un poco, pero eso no quiere decir que… cómo lo diría… que a mí no me privaba de nada. Si quería ganar una etapa dejando a Baldini, ningún problema si al día que no me iba bien a mí le ayudaba. Jugábamos de la manera que creíamos más conveniente para el bien del equipo y la publicidad.

  • Así que usted también vivió cambios en el ciclismo cuando corría. Empezó en los 40 y se retiró en los 60…

Bueno, no te diré que en los 40 corríamos con alpargatas… corríamos con zapatillas, pero esas zapatillas no tenían nada que ver con las del 60, había una diferencia grande en peso y en calidad. Las bicis también, empecé con 8-10 marchas y acabé con 12 o 14.

  • Seguro que le han comparado con muchos ciclistas. Por el calendario que hacen le habrán hablado de Freire, de Flecha… ¿hay algún corredor actual con el que crea que se parezca?

Bueno, cony, ¡al campeón del mundo! Pero no sube tanto como yo. Yo, ya te digo… Freire tampoco corre en pista, por ejemplo, ni tras moto, solamente corre en carretera y basta. Yo he sido campeón de España en pista, en carretera, de montaña… He tenido todas las especialidades que he podido hacer, menos el campenato del mundo que es la espina que tengo.

  • Quizá en la pista se hacía más dinero entonces.

No, lo que pasa es que como era una cosa con taquilla, tenías un contrato tanto si ganabas como si perdías. Después tenías primas esporádicas, que si las ganabas bien, y si no no las tenías. Pero nosotros teníamos en esa época una mensualidad de 2.000 pesetas, lo justo para ganarse la vida, ¿entiendes? Pues si corrías en pista y te daban dos o tres mil pesetas… Bueno, eso hablo de mis primeros tiempos, ¿eh? Después cuando fui al extranjero ya me pagaban mucho más. Pero bueno, si tuviera que haber vivido exclusivamente de lo que gané corriendo no podría estar en la situación que estoy ahora. Eso es gracias a la fábrica Ignis, que durante 10 años estuve aquí con los frigoríficos, y que cuando me vendí las acciones me dio un buen peinado que me permite vivir de sobras.

  • ¿Cómo hizo ese salto al extranjero? Porque no era nada habitual…

Bueno, yo fui de los primeros que me aventuré. Piensa, por eso, que yo siempre compraba un billete de ida y vuelta, por si no ganaba nada, por lo menos poder volver. Eso quiere decir que lo mismo tenía justo el dinero para cenar en el tren viniendo hacia aquí, o en avión más adelante. Era muy diferente a ahora. Ahora todo está programado: carreras, equipos… Todo está programado porque a las casas comerciales les interesa pagar para hacer publicidad, y antes no había ese entramado… Digamos que primaba más la parte deportiva que la económica, y ahora domina más la económica que la deportiva, sin dejar, claro, el interés de las carreras… ya ves que se pelean, pero era diferente.

  • ¿Pero marchar fue ambición suya o, digamos, le vinieron a buscar?

Por aquí había un representante suizo que se llamaba Hans, que era representante de algún tipo de máquinas suizas en España y le gustaba mucho la bicicleta y tenía allí un equipo ciclista. Después había otro señor, que se llamaba Metzler [Alfred Metzler, presidente de la Unión Velocipédica Suiza de la época] que también estaba con él. Y a estos les gustaba en ciclismo de aquí España, lo seguían, y en 1948 me dijeron que me podrían llevar a su pueblo, por el lago de Murten/Morat, que allí hacían una carrera de fiesta mayor. Me llevaron para hacer unos cinco o seis criteriums, allí alrededor: en Neuchâtel, la ciudad más grande de allí, Yverdon [Yverdon-les-Bains], Payèrne… bueno, este pueblo que te he dicho, Murten, y no sé cuál otro. Hice cinco carreras de las que gané dos y en las otras hice tercero, cuarto… Quedaron muy contentos. Claro, entonces los periódicos hablan de mí, y a raíz de eso empezaron a pedirme de ir al GP de Zurich, a Berna, de aquí, de allá… Lo mismo me pasó con Francia. Yo en 1953 me voy a hacer un critérium en Aix-les-Thermes… o Aix-en-Provence… no, Aix-en-Provence está cerca de Niza, Aix-les-Thermes está cerca…

  • Sí, cerca de Foix.

Pues a Aix-en-Provence. Pues allí gané. Llegué con Louison Bobet y le gané, y claro, ganar a Bobet en Francia… coi! Así que fue ese año que vino el equipo La Perle, cuyo capitán era Hugo Koblet, que era suizo, y me entraron en su equipo de París, con [Jacques] Anquetil. Éramos Koblet, Anquetil, yo y tres o cuatro más destacados.

  • A pesar de todo, ya vimos que siguió viniendo a correr la Volta a Catalunya hasta los 60, así que el hecho de ir al extranjero no le privó de correr en casa.

Bueno, pero ya tenía mis problemas, porque aquí querían que corriera la Volta pero tenía que venir por libre, por premios y saliera lo que saliera. En cambio, allí estaba pagado por una casa extranjera que me decía “no, no, a tí te queremos para la Milán-San Remo”, por ejemplo, o la París-Roubaix, o el Tour de Francia, por lo que según cómo no podía venir. Si corría el Tour firmaba con el mánager francés, ese… Daniel Dousset, que era el mánager de Anquetil, Bobet, y todos los de primera categoría. Era un hombre que organizaba unos diez, doce, quince critériums de cuidades que querían hacerlo, y a lo mejor querían tener a diez o doce españoles, diez o doce franceses, diez o doce italianos, diez o doce belgas… Así hacíamos una carrera de unos sesenta corredores, de unos 120km donde firmabas un contrato y además había premios.

  • En aquella época los ciclistas érais los deportistas más admirados, más queridos…

Sí, en mi época sí.

  • …y claro, en aquella época estábais con el franquismo, pero aún así pudiste salir a correr fuera. ¿Esa relación cómo fue?

¡Ah! ¿Qué crees? En aquella época mi señora tenía que hacer cada viernes cola para ir a buscar el laissez-passer, que me lo dieran para poder salir de España. Eso cada semana, cada semana esperando un certificado… para tener el laissez-passer necesitabas un certificado que venía de Madrid, y ella iba ahí cada semana a Vía Laietana, a la policía… me llegaba el certificado y entonces a buscar el permiso. Eso cada semana, que ella iba y volvía [de Montcada a Barcelona]. Eso hasta el 55, que del consulado español en París me llamaron en la última etapa y el Conde de Casa Rojas [José Rojas Moreno], que entonces era el cónsul de España en París, me dijo: “¿qué necesitas?”, y le dije que permisos para entrar y salir del país, porque me pasaba esto. “No te preocupes”, dijo, y me llevó al consulado y me hicieron algo que me servía para tres entradas y tres salidas sin ningún papel. O sea, en el pasaporte, con un sello podía entrar y salir tres veces, y luego volvía a París para otro sello y así se acabaron el certificado, las colas y todo eso. Luego se fue arreglando, ¿eh?

  • ¿Y no se sintió utilizado en aquella época? Claro, a ellos les iba muy bien tener los deportistas…

(corta rápida) No, no… no sabía lo que era que me monitorizaran. Era la ley que había aquí. Si querías ir a Perpinyà no podías, debías ir a la policía… Muchas complicaciones, muchas. Bueno, las iba subsanando. Pero no me veía marginado porque lo viví desde pequeño… era normal. Ahora sí que lo veo exagerado, si quieres incluso una burrada, porque un certificado yo… ¡que además corría para España, coi! ¿Que a mí me pidieran el certificado? ¡Por favor, ya está bien! Pero mira, era la ley, yo no era consiciente. Mira, recuerdo la primera vez que tuve coche, que me fui a Perpinyà y vi un coche español… “¡Anda, un coche español aquí!” Incluso me hice una foto… Eran otros tiempos.

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