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Una oda al esforzado

1 diciembre, 2014
Fiorenzo Magni (d) habla con su íntimo amigo Alfredo Martini (i). (Museo del Ghisallo)

Fiorenzo Magni (d) habla con su íntimo amigo Alfredo Martini (i). (Museo del Ghisallo)

Reportaje publicado en Revolutio.es el 25/X/2012

El aficionado al ciclismo, per se, ya sabe, como escribía Fran Reyes, que “no hay ciclistas malos”, que la historia de cada uno de los integrantes del pelotón está llena de esfuerzos ignorados y una lista de detalles que sólo pueden generar admiración. Probablemente por eso, por ejemplo, cuando se habla sobre el actual sistema de puntos que marca la categoría de los equipos profesionales, antes de debatir a un nivel más amplio (“¿el mercado ciclista se vuelve inflacionista? ¿hay intereses económicos detrás de él?“), las miradas se centran en la persona, en el deportista (“¿y qué pasa con los gregarios? ¿se quedarán sin equipo los pobres que no suben al podio?“).

Probablemente esto también convierte el fondo de este artículo en irrelevante, por cuanto no hay demasiadas consciencias a despertar ni muchos ojos a abrir: todo aquel fiel al ciclismo aplaude a los protagonistas del primero al último y sabe valorar la dimensión de los que a menudo quedan más lejos de los focos de lo merecido. Este bien podría ser el caso de Fiorenzo Magni, mítico ciclista italiano que murió el pasado viernes a sus 92 años. He aquí una oda in memoriam a su figura y un recuerdo para la edad de oro del ciclismo, que aún tiene como superviviente al suizo Ferdi Kübler, el mayor ganador del Tour de Francia en vida, con una primavera más que Magni.

«Il terzo uomo»

La talla deportiva de Magni siempre se ha visto siempre a la sombra del memorable duelo entre Fausto Coppi y Gino Bartali, con quienes compartió una generación que nadie pone en duda que supuso la época de oro del ciclismo. Pero todo depende del punto de vista y, para él, “Coppi y Bartali me enseñaron a perder. Es importante porque en el ciclismo, al igual que en la vida diaria, pierdes más veces de las que ganas“, dijo en la celebración de su 90º cumpleaños.

Eso le valió el apodo del ‘terzo uomo‘ (tercer hombre), que de hecho es como se titula una biografía de Auro Bulbarelli que se presentará el próximo sábado 27 en el museo ciclista situado en Madonna del Ghisallo, de cuya fundación el mismo Fiorenzo era el presidente. El número tres también es el más característico de su palmarés, en el que destacan tres triunfos en la general del Giro de Italia (1948, 51, 55) y tres heoricas victorias consecutivas en el Tour de Flandes (1949, 50, 51).

El historiador John Foot, que colaboró con Revolutio.es en el Giro de Italia, escribe en su libro “Pedalare! Pedalare!” que Magni “no vendía periódicos. Era todo lo contrario a glamuroso. Su vida no tenía importancia para la prensa; se quedó calvo de forma prematura y evitaba la publicidad“. La visión que tenía de él la pasional afición avanzó a base de altibajos, partiendo de un rechazo inicial por motivos políticos hasta la veneración por la alimentación de un mitoforjado alrededor de su inigualable capacidad de sacrificio y fuerza de voluntad.

Absuelto de causas facistas

La controversia en la figura de Magni se remonta a la Guerra Civil Italiana (septiembre 1943-mayo 1945) dentro de la II Guerra Mundial, en que el toscano luchó por el bando fascista, según él, “obedeciendo órdenes, sin tener otra opción“. Unos documentos norteamericanos le situaban como uno de los principales protagonistas de la masacre de Valibona, una de las más sangrantes batallas en su zona, e incluso se le relacionó con la Banda Carità, un grupo especialmente violento del que se ha llegado a decir que trató de asesinar a Gino Bartali al conocer que transportaba documentos secretos para salvar judíos.

De hecho, al acabar la guerra, Magni estuvo vetado de la competición por sus acciones durante la misma. No llegó su absolución hasta que se celebró el juicio en Florencia, en enero de 1947, en que se pedía para 24 miembros de las milicias fascistas, entre ellos el ciclista, 30 años de prisión. Su abogado pidió a diversos ciclistas de la zona, entre ellos al mismo Bartali, que testificaran a su favor, aunque solamente uno, curiosamente un ex-partisano como Alfredo Martini, se presentó, y habló de Magni como una “buena persona” que fue forzada a entrar en la milicia fascista pero que fue luego una “gran ayuda” para la resistencia antifascista; una posición que reiteraron diversos familiares.

Del abucheo a la gloria

Pero no solamente este oscuro pasado convirtió en hostil su regreso, sino que su primera victoria en el Giro de Italia también fue mal recibida por motivos deportivos. Magni, que sufría en las montañas ante sus hábiles rivales escaladores, defendía el liderato con uñas y dientes seguido de cerca de Fausto Coppi… aunque seguramente con algo más. Famosos eran los fieles gregarios de nuestro protagonista, que solían empujarle en los primeros quilómetros de etapa para ahorrar energía, y en aquella ocasión se dio por segura que muchos aficionados le ayudaban descaradamente a superar los puertos. El hecho fue denunciado por un Coppi que, al ver que la organización lo solventaba solamente con un castigo de dos minutos en la general, decisió abandonar en señal de protesta.

Naturalmente, eso alimentó el rechazo de gran parte de los tifosi hacia Magni, que sin embargo fue capaz de dar la vuelta a su imagen con el paso de los años, a pesar de ser todavía considerado persona non grata en muchas poblaciones de toscana (se mudó en 1945 a Monza, donde supuestamente fue donde pudo empezar de cero para trabajar por la resistencia). En primer lugar, Magni fue siempre un gran emblema de la unión italiana, aceptando y encajando de buenas formas sacrificios como no entrar en la selección o el famoso abandono de todo el combinado de Alfredo Binda en el Tour de Francia de 1950, en que el toscano era líder y aceptó bajarse tras los ataques de los aficionados franceses a Gino Bartali. “En mi vida he pretendido tener un rol que no fuera el mío. Cuando Binda y la Federación dieron la decisión, ni consideré continuar“, afirmó en una entrevista posterior.

Y no hubo una mejor manera de poner fin a su último Giro de Italia, el de 1956, que con la culminación de su mito de héroe esforzado que le alzó a ídolo. Las caídas que sufrió Magni hubieran dejado a cualquier otro ciclista en fuera de juego, pero él continuó con la clavícula rota: de ahí la famosa imagen correspondiente a la cronoescalada a San Luca, en que se dio cuenta que no podía empujar su bicicleta con los brazos y ató una cinta elástica al manillar, la mordió y jugaba con el retorno de su chepa para tomar impulso. Quedaban etapas de montaña, en las que apenas podía frenar con las manos en los descensos (cuenta que se gastó cuatro pares de zapatillas), pero a pesar de eso quedó segundo, en una magnífica alegoría de su carrera: esforzado y a la sombra.

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